Cuando yo cursaba el bachillerato, los profesores de lengua nos decían que había poesía lírica y poesía épica. La segunda venía a recoger narraciones en verso de hechos o personajes históricos. En el caso español se nos ponía como gran ejemplo El Cantar del Mío Cid, al que habría que añadir obras menores que, en forma de romances, compusieron nuestros anónimos poetas. Uno y otros van referidos a la larga etapa histórica llamada (oficialmente) La Reconquista. Y parece que ahí se quedó el género, salvo que consideremos épicas algunas coplillas que el ingenio patrio nos aportó cuando la conocida (también oficialmente) Guerra de la Independencia.
El testigo debieron recogerlo nuestros "hijos" (hoy sería más ecuánime llamarles "hermanos") del continente americano. Allí se ha verseado y cantado a sus libertadores, a los héroes de sus guerras civiles o de sus revoluciones. Destacan en esta labor más de un país, aunque los más significados pudieran ser (según mis menguados conocimientos) Argentina y México.
Dejamos el país sureño para otro día y pensemos en México, donde, bajo la forma de corridos, nos quedó memoria de los héroes de su Revolución (1910-1917): Emiliano Zapata, Pancho Villa y tantos otros más.
Tales corridos, considerados por algunos como el último apéndice del Romancero Español, estuvieron en boca de figuras como Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar o Miguel Aceves Mejías como podemos comprobar con estas muestras.
Pedro Infante: Corrido de Pancho Villa y Siete Leguas
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